Esta semana, invitado por la Fundación Cinco Caballeros, he tenido el privilegio de viajar a Córdoba para presentar el libro que publiqué en el mes de junio, titulado “De dos en Dios, una propuesta de espiritualidad matrimonial en las enseñanzas de san Josemaría”, que, para mi sorpresa y a pesar de lo confesional y específico de su contenido, está despertando bastante interés. La verdad es que no sé por qué me extraña: san Josemaría, con su potente, universal y tantas veces desconcertante mensaje, ha estado siempre entre los best sellers espirituales, ¡y algo habrá transmitido a un libro que quiere permanecer fiel a su espíritu!
El caso es que, durante la presentación, afloró una cuestión que me parece interesante compartir aquí: la del acompañamiento espiritual dentro del matrimonio. No me refiero al acompañamiento desde fuera, sino al que ejercen recíprocamente los propios cónyuges en su propia espiritualidad matrimonial. Es un tema transcendental (en los dos sentidos del término), que admite muy variadas aproximaciones, pues lo primero es siempre la libertad de los esposos. Cuando trataba el tema de la formación espiritual, san Josemaría solía insistir en la libertad: “La tarea de dirección espiritual hay que orientarla no dedicándose a fabricar criaturas que carecen de juicio propio, y que se limitan a ejecutar materialmente lo que otro les dice; por el contrario, la dirección espiritual debe tender a formar personas de criterio”, afirmaba.
